Consecuencias de una ruptura

Por: Vicente Arturo Pichardo



Desde que el meteorito “Moss” impactó la luna y la dividió en dos, no es lo mismo. Antes visitaba a mis tíos en Villa Mella y las calles estaban repletas de personas. En cambio, el día que volví parecía un pueblo desolado, con muebles antiguos por todas partes como si las viviendas hubieran sido saqueadas y los malhechores se hubiesen arrepentidos.
La casa estaba tal como la recordaba, salvo algunos cambios que el tiempo ha teñido en las maderas. Nadie me respondió. La habitación estaba arruinada con los muebles rotos menos la silla Luis XVI. Por la ventana veía que en el cielo las dos semiesferas se estaban despidiendo hasta poder coincidir, de nuevo, las dos juntas.
Cuando desapareció la luna más pequeña empezó a temblar todo. Luego de algunos minutos se calmó y una réplica del temblor hizo inclinar la silla, se abalanzaba con ritmo pausado como si el peso no le permitiera caer. Entonces, las patas tomaron volumen y adquirieron formas orgánicas, con pies y, éstos a su vez, tenían pezuñas. Me estrujé los ojos por si acaso. El espaldar en la parte inferior adquirió la forma de pecho, mientras que la superior le nació una cabeza. Se le visualizaron manos a los brazos. Salí del dormitorio y me quedé a una distancia considerable. Lo que vi era una criatura, que al tumbarse quedó con una apariencia de un animal feroz, se iba atenuando… Tocaba sus patas traseras con las delanteras girando con movimientos bruscos. Y toda la piel llena de pelos se despegó del cuerpo. Él quedó en posición fetal. Allí, estaba un hombre que al acercarme noté que era mi pariente.

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